Seguridad TIC en menores

By Juan Carlos López - octubre 17, 2015


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¿Estamos preparados para acompañar a nuestros menores en el uso de las TIC en cuanto a seguridad?


El avance vertiginoso de las nuevas tecnologías en los últimos años, está conllevando la entrada en nuestra cotidianeidad de herramientas, aplicaciones, utilidades,..., que ahora, echando la vista atrás, no concebimos vivir con cierta normalidad sin ellas. Algunas se han hecho imprencindibles en el ámbito laboral, aportando numerosas posibilidades, y otras, sin ser imprescindibles, las tenemos tan interiorizadas que parece que han existido siempre, cuando llevan entre nosotros muy poquito tiempo. Esta velocidad con la que avanzan las cosas nos lleva a tener que adaptarnos con la misma velocidad, hasta el punto que nos podemos quedar "fuera de juego", tanto a nivel laboral como social. Aún hay quienes se resisten y consideran innecesarias y superfluas todas estas modernidades; pero ven como de manera imparable les van acorralando, teniendo finalmente que ceder a algunas de ellas si no quieren quedarse obsoletos, o ven que se quedan sin aprovecharse de ciertas bondades de las mismas.

Este cambio también afecta especialmente a los menores, tanto en la escuela, donde se van incorporando dispositivos electrónicos como las pizarras digitales, tablets, plataformas digitales,..., además de los ya obvios ordenadores, como en su vida familiar, social y de ocio, con las ya antiquísimas consolas, tablets, móviles, etc.

Al igual que ocurriera en su momento con la televisión, los salones recreativos, los primeros ordenadores y videojuegos en casa, la consolas de bolsillo, o internet en el pc, los adultos debemos orientar a los menores en un uso saludable de los mismos. El problema radica en que, debido al rápido avance de estos dispositivos al que ya nos hemos referido, y a la curiosidad natural de los pequeños a la estimulación que conllevan, en numerosas situaciones nos vemos con la incertidumbre de no saber qué hacer ante estas nuevas circunstancias que, por novedosas, no tenemos experiencia previa en gestionar. O, al menos, eso creemos. Por ejemplo, ¿es bueno que mi hijo juegue con la tablet?, ¿cuánto tiempo es el adecuado?, ¿qué juegos son los más adaptados a su edad?, ¿cuando es el momento idóneo para que tenga un móvil?, ¿le pongo acceso a internet en el móvil para que pueda tener relaciones sociales con sus amigos?,...., y así un sin fin de preguntas. Muchas veces ni los propios expertos se aclaran, nos decimos con cierta desesperación.

En el caso de las aplicaciones informáticas que funcionan a través de la red, y que los más jóvenes usan fundamentalmente para sus relaciones sociales, la situación es aún más delicada. Si los adultos podíamos hasta hace muy pocos años, ejercer cierto control de las amistades con las que nuestros hijos se relacionaban, poniendo límites a horarios, lugares o actividades, las nuevas aplicaciones nos lo ponen mucho más difícil, ya que, sin salir de casa, pueden estar manteniendo contactos, sin nuestro conocimiento, con cualquier persona de cualquier lugar del mundo. Esto nos hace que los adultos estemos obligados a conocer el funcionamiento de dichos dispositivos a la misma velocidad o más que ellos, lo cual no es fácil. A las presiones de conocer las aplicaciones laborales, se nos unen las presiones de conocer las aplicaciones que usan nuestros hijos. Y prohibiendo su uso, que sería la solución a todos nuestros quebraderos de cabeza, no vamos a conseguir evitarlo, ya que sería poner puertas al campo, y no tener la oportunidad de hacer un acompañamiento y orientación adulta a la progresiva inmersión en el mundo tecnológico de los pequeños, lo cual sería todavía más arriesgado.

Por dicho motivo, es imprescindible que los adultos, que de una forma u otra educamos a menores, no sólo conozcamos los nuevos dispositivos y aplicaciones tecnológicas con el objetivo de sacar partido a las mismas, sino que debemos estar concienciados de los posibles riesgos, especialmente con aquellas que tienen que ver con las relaciones sociales y de ocio, como las redes sociales o los videojuegos en línea, ya que pueden ser caldo de cultivo para fenómenos como el ciberbullying, grooming, sexting, robo de datos personales, suplantación de identidad, etc. Ni siquiera los propios adultos somos conocedores de los riesgos a los que nos exponemos nosostros mismos, como para no tener en cuenta los de los pequeños.

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