A lo largo del desarrollo los niños experimentan miedos muy variados, que provocan situaciones incómodas y desagradables, que no siempre son fáciles de afrontar por parte de los padres y docentes. La mayoría de esos miedos son pasajeros, propios de una edad determinada y de escasa intensidad. La madurez emocional del niño, junto a las diferentes experiencias de aprendizaje a lo largo de su desarrollo, contribuyen a la desaparición gradual de los miedos. Sin embargo, existe una proporción de esos miedos que son de gran intensidad, que no desaparecen con el paso de los años, convirtiéndose en un problema de importancia, incomodando y condicionando la vida del niño y de los adultos que están a su cuidado.
¿Qué es el miedo?
El miedo es una emoción básica, como lo son la alegría, tristeza, ira, sorpresa y asco. Las emociones cumplen una función adaptativa y de supervivencia muy importante. Así, en el caso del miedo, supone una alarma ante situaciones que comprometen la integridad física o el bienestar de la persona. El miedo es útil porque nos permite evitar o escapar de riesgos innecesarios. Si no tuviéramos miedo, nos veríamos expuestos a situaciones de peligro o malestar.
Cuando sentimos miedo ante una situación que no supone ninguna amenaza, y reaccionamos de forma desproporcionada y fuera de lugar, a ese miedo lo llamamos fobia. Existen situaciones que pueden producirnos cierto desasosiego (la oscuridad, un examen, una inyección, un insecto,...), el cual puede estar dentro de los razonable; pero algunas personas responden de manera muy intensa, con preocupaciones excesivas e irracionales, reacciones físicas desproporcionadas (falta de respiración, sensación de ahogo, náuseas, mareos, dolores de cabeza, desmayos,...) y conductas de escape o huida, repercutiendo negativamente en su vida diaria. Por tanto, la diferencia entre miedo y fobia es que la reacción resulte acorde o no a las demandas de la situación. En los niños, la diferenciación entre miedos y fobias es más compleja, siendo muchos de los miedos, como ya se ha dicho, transitorios, desapareciendo por sí solos. Más allá de como lo llamemos en la infancia, lo que hay que tener en cuenta es si constituye una fuente importante de sufrimiento para él y los que lo rodean, y si está teniendo repercusiones en su desarrollo.
El miedo también se puede usar como mecanismo de control del comportamiento de las personas, entre ellas, de los niños. Así, los mayores recurren a veces al miedo para que los niños no hagan determinadas cosas inapropiadas o perjudiciales, aunque no es la mejor manera de educar, salvo casos muy concretos.
¿Por qué se dan los miedos?
- Preparatoriedad. Debido a la evolución de la especie humana. Por ejemplo, los niños están predispuestos a coger miedo a determinados estímulos de la naturaleza, como animales o bichos, y no tienen miedo a los enchufes, aunque tenga más peligro lo segundo.
- Vulnerabilidad biológica. Hay niños más reactivos desde el punto de vista psicofisiológico. Su cuerpo reacciona más intensamente, estando más predispuestos a coger miedo y a que tarden más en desaparecer.
- Vulnerabilidad psicológica. Tener más o menos recursos psicológicos para afrontar situaciones atemorizantes o estresantes le harán tener una mayor probabilidad de responder más relajado o más miedoso.
- Historia personal. Las experiencias del pasado, las situaciones vividas por el niños, le harán más o menos sensible a responder con miedo. Las experiencias negativas intensas pueden provocar el desarrollo de un miedo intenso.
- Observación. Ser testigo de situaciones de miedo, ya sean de ficción (películas, televisión, etc.) o en personas cercanas que están viviendo acontecimientos aversivos. Ej.: ver un atentado en la televisión o la muerte del padre de un amigo.
- Transmisión de información. Los mensajes, historias, noticias de contenido atemorizante, ya sean orales o escritos, pueden ser generadoras de miedo.
- Ventajas del miedo. Conseguir beneficios cuando uno reacciona con miedo, como cuidados especiales. El alivio que supone una atención ante un malestar puede provocar que se mantenga el miedo y resulte más difícil de superar. Ej.: si ante miedo de separación en la guardería el niño consigue que su madre se quede con él.
Miedos evolutivos
Miedos frecuentes en la infancia
- Miedo a la oscuridad
Es propio de la infancia. Suele empezar sobre los dos años y es frecuente en edades posteriores. Empieza a disminuir alrededor de los nueve años. Hay muchas diferencias individuales. Uno de cada tres niños teme a la oscuridad. Una situación habitual es la de irse a dormir. El irse a dormir suele suponer terminar con actividades que resultan agradables y, dentro del ritual de ir a dormir, la oscuridad puede funcionar como un castigo. El temor a la oscuridad se asocia con otros miedos, como el miedo a la separación, a la soledad, seres imaginarios,... Algunos niños se tranquilizan si oyen ruidos de fondo en la casa porque así saben que están sus padres, mientras a otros les alarma y dan rienda suelta a su imaginación (ej.: piensa que entran unos ladrones sigilosamente y lo secuestran). En ocasiones, el miedo se relaciona con las pesadillas, que son habituales entre los tres y los seis años. En la mayor parte de los casos, este miedo desaparece por sí solo, habiendo casos en los que persiste durante años.
- Miedo a la separación
Es el miedo a la separación de las personas con las que el niño está unido afectivamente, los padres y, especialmente, la madre. Es frecuente en niños de 1 a 6 años, sobre todo, a los dos y tres años. En el 4% de los niños no remite con el tiempo, constituyéndose en trastorno de ansiedad de separación. Durante la infancia se producen separaciones forzadas como: escolarización (por lo que se hace el período de adaptación), hospitalización, divorcio (separarse del padre no custodio, incorporación de la madre al trabajo, comer en el colegio, tener menos bienes materiales,...), y muerte (especialmente en los niños grandes, que entienden que la muerte es irreversible).
- Miedos escolares
Se refiere a la resistencia a acudir al colegio provocada por el miedo excesivo a elementos propios de la situación escolar. En el colegio, se pueden dar situaciones que supongan malestar (ej.: hablar en público, estar lejos de los padres, hacer amigos, colegio nuevo, los exámenes, suspender, una materia concreta, repetir curso,...). Los niños reaccionan negándose a acudir al colegio, se quejan de dolores y enfermedades, esconden la mochila, no desayunan o tardan mucho, rabietas,... Anticipan consecuencias desagradables, evalúan sus capacidades negativamente,... Puede estar asociada a la ansiedad de separación.
- Miedos médicos
Son miedos relacionados con el daño físico y la enfermedad. Constituyen una amenaza real y están relacionadas con circunstancias muy desagradables. Hay situaciones muy diversas como la fobia dental (el taladro del dentista), la anestesia, la hospitalización, miedo a las heridas y a la sangre, etc. Las reacciones de los niños son muy similares al resto de miedos.
¿Cómo actuar ante un miedo infantil?
Un miedo o fobia infantil desaparece cuando el niño se sitúa en la situación temida y comprueba por él mismo que realmente no sucede nada malo. Los tratamientos psicológicos consisten en procedimientos estructurados en los que el niño se relaciona con las cosas que teme de forma progresiva. Estos procedimientos van acompañados de otras técnicas de autorregulación física y emocional, que dan recursos a los niños y percepción de control sobre la situación. Aunque parece sencillo, es muy complicado llevarlo a la práctica, por lo que debe ponerse en manos de un psicólogo infantil, el cual debe utilizar tratamientos que estén avalados científicamente.
Para saber más y mejor:
- Cámara, A. (2014). Tratamiento de un caso de miedo a la oscuridad mediante entrenamiento a padres. Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes Vol. 1, 2. pp. 125-132.
- Maciá, D. (2016). Los problemas cotidianos de conducta en la infancia. Intervención psicológica en el ámbito clínico y familiar. Madrid: Pirámide.
- Marina, J.A: (2014). Los miedos y el aprendizaje de la valentía. Barcelona: Ariel.
- Marina, J.A. (2014). Vence tus miedos. Barcelona: Ariel.
- Méndez, F.X. (2013). Miedos y temores en la infancia. Madrid: Pirámide.
- Méndez, F.X.; Orgilés, M. y Espada, J.P. (2011). Tratamiento de un caso de fobia a la oscuridad por medio de los padres. En F.X. Méndez; J.P. Espada y M. Ogilés (Coords.). Terapia psicológica con niños y adolescentes. Estudio de casos clínicos. Madrid: Pirámide.
- Méndez, F.X. (2010). Características clínicas y tratamiento de los miedos, fobias y ansiedades específicas. En V.E. Caballo y V. Simón (Coords.). Manual de Psicología Clínica Infantil y del Adolescente. Madrid: Pirámide.
- Méndez, F.X.; Orgilés, M. y Espada (2005). Terapia de conducta en los miedos y fobias infantiles. En M. I. Comeche; M.A. Vallejo. Manual de terapia de conducta en la infancia. Madrid: Dykinson.
- Méndez, F.X.; Rosa, A.I.; Orgilés, M.; Santacruz, I. y Olivares, J. (2003). Guía de tratamientos psicológicos eficaces para miedos y fobias en la infancia y la adolescencia. En M. Pérez; J.R. Fernández; C. Fernández; I. Amigo (Coords.) Guía de tratamientos psicológicos eficaces III. Infancia y adolescencia. Madrid: Pirámide.
- Orgilés, M.; Méndez, F.X. y Espada, J.P. (2012). Intervención en los miedos y en la ansiedad de separación en la infancia. En L.M. Llavona y F.X. Méndez (Coords.). Manual del psicólogo de familia. Madrid: Pirámide.
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