Trastorno de Aprendizaje No Verbal (III): Bases neuropsicológicas
By Juan Carlos López - abril 29, 2019
Las disfunciones cognitivas
que es posible observar en los niños con trastorno del aprendizaje se pueden
atribuir, entre otras cuestiones, a las diferencias funcionales entre el hemisferio derecho y el
izquierdo. Desde el punto de vista madurativo, los procesos de desarrollo de
los hemisferios cerebrales durante los dos primeros años son fundamentales en
la organización funcional del cerebro, y los fenómenos de lateralización
cerebral forman parte de esos procesos madurativos. Durante mucho tiempo, dada
la importancia que se le daba a los fenómenos verbales, el hemisferio izquierdo
se consideró como dominante o hemisferio mayor, y el hemisferio derecho como no
dominante o menor (Springer, Deutsch, 1997; Semrud-Clikeman, Hynd, 1990).
En los últimos años se ha esclarecido la importancia que cada uno de los hemisferios cerebrales tiene en los procesos funcionales, cognitivos y emocionales de los individuos. Aunque ambos hemisferios trabajan conjuntamente y de forma complementaria, hay diferencias en el procesamiento de la información entre ellos. Las diferencias entre los dos hemisferios no sólo se limitan al tipo de información que procesan, o a diferencias anatómicas, sino adicionalmente a la manera de cómo la información se procesa intrínsecamente en cada uno de ellos (Semrud-Clikeman, Hynd, 1990; Malone, Kershner, Swanson,1994). Además de las consideraciones funcionales, existen variaciones y diferencias anatómicas, bioquímicas y madurativas que desempeñan un papel importante en la comprensión de su funcionalidad (Acosta, 2000, Andreu, 2013). Desde hace años, es claro que el hemisferio derecho desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la atención, procesamiento de la información visoespacial y en la expresión e interpretación de la información emocional (Acosta, 2000). El lóbulo parietal derecho también es de gran relevancia en las matemáticas, especialmente en las operaciones que conllevan gran carga espacial (dígitos, líneas, ángulos, puntos), así como en tareas de estimación, comparación, comprensión y resolución de problemas abstractos, en las que el lenguaje no está implicado (Blakemore y Frith, 2011; Serra, 2013). Algunos autores afirman que el hemisferio derecho maneja mejor la información presentada por varias modalidades de información sensorial y el izquierdo maneja mejor la información presentada por única modalidad sensorial; el hemisferio derecho es más hábil en el procesamiento de información compleja, y las lesiones perinatales o en la infancia temprana ocasionan mayores repercusiones sobre el hemisferio derecho que sobre el izquierdo (Semrud-Clikeman, Hynd, 1990). Aunque son más fácilmente perceptibles y evidenciables los déficits en las habilidades verbales, se considera que los déficits en las habilidades no verbales pueden ser más incapacitantes, en la medida en que los déficits verbales tienen poco efecto en la experiencia no verbal; pero los déficits no verbales, por el contrario, tienen un gran impacto en la interpretación de los procesos verbales (Semrud-Clikeman, Hynd, 1990).
En los últimos años se ha esclarecido la importancia que cada uno de los hemisferios cerebrales tiene en los procesos funcionales, cognitivos y emocionales de los individuos. Aunque ambos hemisferios trabajan conjuntamente y de forma complementaria, hay diferencias en el procesamiento de la información entre ellos. Las diferencias entre los dos hemisferios no sólo se limitan al tipo de información que procesan, o a diferencias anatómicas, sino adicionalmente a la manera de cómo la información se procesa intrínsecamente en cada uno de ellos (Semrud-Clikeman, Hynd, 1990; Malone, Kershner, Swanson,1994). Además de las consideraciones funcionales, existen variaciones y diferencias anatómicas, bioquímicas y madurativas que desempeñan un papel importante en la comprensión de su funcionalidad (Acosta, 2000, Andreu, 2013). Desde hace años, es claro que el hemisferio derecho desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la atención, procesamiento de la información visoespacial y en la expresión e interpretación de la información emocional (Acosta, 2000). El lóbulo parietal derecho también es de gran relevancia en las matemáticas, especialmente en las operaciones que conllevan gran carga espacial (dígitos, líneas, ángulos, puntos), así como en tareas de estimación, comparación, comprensión y resolución de problemas abstractos, en las que el lenguaje no está implicado (Blakemore y Frith, 2011; Serra, 2013). Algunos autores afirman que el hemisferio derecho maneja mejor la información presentada por varias modalidades de información sensorial y el izquierdo maneja mejor la información presentada por única modalidad sensorial; el hemisferio derecho es más hábil en el procesamiento de información compleja, y las lesiones perinatales o en la infancia temprana ocasionan mayores repercusiones sobre el hemisferio derecho que sobre el izquierdo (Semrud-Clikeman, Hynd, 1990). Aunque son más fácilmente perceptibles y evidenciables los déficits en las habilidades verbales, se considera que los déficits en las habilidades no verbales pueden ser más incapacitantes, en la medida en que los déficits verbales tienen poco efecto en la experiencia no verbal; pero los déficits no verbales, por el contrario, tienen un gran impacto en la interpretación de los procesos verbales (Semrud-Clikeman, Hynd, 1990).
Si seguimos estos preceptos,
veremos que los trastornos del aprendizaje que tienen su origen en las
disfunciones del hemisferio izquierdo muestran déficit principalmente en
funciones lingüísticas, en tanto que los del hemisferio derecho muestran
déficit de orientación espacial, comprensión del lenguaje no verbal y
dificultades en la interacción social (Rourke, 1987, 1988).
Diferenciación entre hemisferio izquierdo y derecho. García-Nonell et al. 2006 |
Dado que las alteraciones
neuropsicológicas que caracterizan al TANV no afectan al lenguaje y si que
afectan a capacidades que se relacionan con el hemisferio derecho, Rourke
(1987, 1995), postuló su vinculación con dicho hemisferio. Así, el TANV se
caracteriza por dificultades en el procesamiento de información nueva, en la construcción de
esquemas originales y en el procesamiento verbal de información con contenido
emocional y visoespacial. Además, el hemisferio derecho se desarrolla más
rápidamente que el izquierdo, por la participación en los primeros años de vida
en la comunicación prelingüística y en las experiencias emocionales a través de
sonidos, imágenes, dibujos (Rigau-Ratera et al., 2004).
Por otra parte, Rourke
(1987) hacía referencia a la importancia de la sustancia blanca en el origen
del trastorno. Las dificultades propias del TANV podría ser consecuencia de
lesión, problemas del neurodesarrollo o disfunción en la sustancia blanca del
hemisferio derecho y de las fibras que comunican ambos hemisferios. En
concreto, las fibras de asociación (intrahemisférica), comisurales
(interhemisférica) y de proyección (cortico-subcortical) pueden provocar
dificultades en el procesamiento de estímulos novedosos por el hemisferio
derecho, perdiendo eficiencia cognitiva, afectiva y de flexibilidad social, y a
una mayor necesidad de los sistemas verbales de comunicación, aprendizaje e interacción.
García-Nonell et al. (2006) refieren, a través de estudios de neuroimagen, la
existencia de leves anomalías de sustancia blanca en el hemisferio derecho y,
en especial, las fibras que conectan ambos hemisferios. Hay que recordar que,
según Gur, Packer, Hungerbhuler, Reivich, Obrist, Amarnek (1980), comparando
ambos hemisferios, existe una proporción mayor de sustancia blanca en el
hemisferio derecho, mientras que en el izquierdo hay una mayor proporción de
sustancia gris.
Según Rourke (1995), la presentación del fenotipo clásico de los TANV depende de tres aspectos:
- Cantidad de sustancia blanca disfuncional o que es destruida o lesionada;
- Estado del desarrollo del individuo, cuando ocurre la lesión;
- Desarrollo y mantenimiento de la conducta aprendida.
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