El sofocón de la pretemporada deportiva

By Juan Carlos López - 0:46


¡Qué ruede el balón!, ¡Comienza la temporada! Nuevas ilusiones, estreno de equipaciones, idas y venidas de jugadores y entrenadores, directivos y representantes con el móvil echando humo y sus tira y afloja, campañas de socios, patrocinadores que se unen al proyecto para poder pagarlo, ruedas de prensa y emisión de noticias en las que hay que gestionar los tiempos, reuniones encadenadas unas con otras, partidos amistosos que están dejando de ser amistosos y ya ejercen presión si van mal o demasiado bien, derechos de retransmisión y de imagen, calendario deportivo, objetivos que mejoren la temporada pasada o repetirla, y con todo ello, expectativas, haciendo cábalas sobre cómo nos irán las cosas.

Por su parte, los aficionados, después de un mes y pico sin noticias deportivas relevantes, buscan de forma casi compulsiva en las webs de los clubes, de la prensa deportiva, en redes sociales,…, a ver si hay algo sobre mi equipo que me ilusione o me disguste y, con ello, también hacerme una idea de cómo le va a ir esta temporada.


Uno de los momentos más intensos de la temporada es, sin duda, el inicio. Las primeras semanas, además de la costosa vuelta al trabajo después de estar de vacaciones, que es normal y nos pasa a todo el mundo (que no os cuenten la milonga del síndrome postvacacional), viene rodeado de una serie de circunstancias que, hasta que uno no participa y lo vive desde dentro, no termina de ser conocedor de lo estresante del mismo.


La pretemporada conlleva una gran carga de trabajo físico de cara a tener una buena condición durante la temporada. Los preparadores físicos, tras las pertinentes revisiones médicas, sacan a relucir todos sus conocimientos, herramientas y liderazgo para exprimir a los jugadores, que sufren con el sofocante calor del verano. Conos, picas, balones, pesas, gomas, esterillas, petos, van y vienen por el campo, entre sudores, suspiros y gestos por falta de aliento. Litros de agua consumidos, bolsas de hielo, vendajes, telemetría,..., y alguna que otra broma para quitar tensión al asunto. Los cambios de ritmo y dirección, aceleraciones y deceleraciones, ejercicios de potencia, equilibrio, resistencia, salto, oposición, ponen los cuerpos al límite bajo el control y medida de preparadores físicos y médicos. Esto es conocido por todos; pero no siempre se tiene en consideración el estrés psicológico que supone la exigencia de llegar más alto, más lejos, más rápido, con la compañía de las molestias físicas que aparecen después de un período de inactividad, o de actividad suave sin nivel de competición (rozaduras, ampollas, golpes, uñas rotas, sobrecargas, dolor, cansancio). Los jugadores tienen que mostrar su capacidad de sufrimiento, de superación, convivir con dolor, apretar los dientes y luchar contra las señales de alerta del cuerpo. Además, ahí estará el preparador físico y el entrenador para que no haya la más mínima señal de relajación alentando a seguir y seguir con la tensión necesaria (igualmente habrá que prevenir excesos, o que algunos jugadores quieran ocultar molestias para no desaprovechar una oportunidad). Es un período en el que los fisioterapeutas no dan abasto tratando de prevenir lesiones. Si bien los deportistas están habituados a esta intensidad física de pretemporada, se parte de un nivel alto de estrés que se puede unir a otros factores, pudiendo la suma de estos afectar al rendimiento.


A la carga física, también hay que sumarle la carga cognitiva que supone adquirir los movimientos tácticos con los que el entrenador pretende desarrollar sus ideas de juego. Es verdad que, a partir de cierto nivel deportivo, los jugadores tienen más que adquiridos y aprendidos movimientos globales y específicos del juego; pero los entrenadores quieren plasmar ciertos movimientos y disposición en el campo que hay que aprender y automatizar. Se hace más intenso el trabajo cuando el entrenador es nuevo y los jugadores tienen que adquirir su sistema de juego, o para aquellos jugadores que acaban de llegar a un grupo que ya tiene una base y una idea de juego muy delimitada a la que tiene que adaptarse, más si cabe cuando el jugador llega recién fichado, con la pretemporada avanzada. También puede suponer una dificultad añadida para aquel jugador que tenga que adaptarse a jugar en una posición que no es en la que se encuentra más cómodo. El ejecutar movimientos y tomar decisiones de forma consciente y deliberada, supone un mayor esfuerzo cognitivo que no se realiza cuando se tienen automatizados y se llevan a cabo con el piloto automático. Los esfuerzos en atención, memoria de trabajo, velocidad de procesamiento y funciones ejecutivas (inhibición y toma de decisiones, por ejemplo), suponen una carga mental extra en la que ocupar los recursos personales. Es habitual ver en partidos de pretemporada desajustes tácticos, idas y venidas y resultados abultados, que no gustan nada a los entrenadores. Las repeticiones en los entrenamientos, los partidos amistosos, análisis y visionado de vídeos, la tablet, la pizarra, serán también parte del trabajo intenso de la pretemporada. Lo que no cabe duda es que en pretemporada hay un mayor trabajo por hacer a nivel táctico que conlleva un mayor esfuerzo mental.


Durante la pretemporada se realizan numerosos desplazamientos que también suponen un agotamiento extra. Dependiendo de la categoría del club, los desplazamientos serán desde el autobús hasta el avión; desde nacionales hasta internacionales, e incluso, intercontinentales, con el jetlag correspondiente por las diferencias en el huso horario (a entrenar y jugar al máximo nivel muertos de sueño). Así es imposible recuperarse físicamente y rendir adecuadamente, con la presión mediática en el cogote (nos olvidamos que es pretemporada). Los viajes irán acompañados de las correspondientes concentraciones en centros deportivos especializados y hoteles. Lo que desde fuera se puede ver como un privilegio, suponen muchas horas de ocupación en desplazamientos sentados en espacios pequeños (riesgos circulatorios. No olvidemos que son deportistas de alto rendimiento), de tiempos muertos en esperas (a pesar de ser vuelos chárter en los grandes clubes), así como en tiempo desocupado en las habitaciones sin saber muy bien qué hacer, pudiendo ser, a veces, desesperante. Los jugadores deberán también saber ocupar esos tiempos, ya que no es bueno estar sin nada que hacer dando vueltas a la cabeza, o pensar en el deporte veinticuatro horas al día (leer, estudiar, jugar a las cartas, ver películas, escuchar música,..., aunque al final te aburras de hacer siempre lo mismo). La planificación de los cuerpos técnicos y personal auxiliar resulta fundamental para estructurar los tiempos.


La pretemporada también es tiempo de fichajes. Las plantillas están sin completar, siendo normal la llegada y marcha de jugadores, la puesta en escena de nuevos proyectos con entrenadores recién fichados con sus correspondientes equipos técnicos y la incertidumbre que ello conlleva. Es época de renovaciones, fichajes, ventas, cesiones, descartes, y con ello, otro factor de estrés añadido. Hoy puedes estar asentado en un equipo y una ciudad, y al día siguiente tener que hacer las maletas; puedes estar sin equipo, y pasar las semanas sin recibir ofertas que convenzan; o venir de una temporada en la que eres titular, y llegar un nuevo entrenador que te sienta en el banquillo; o haber tenido una temporada en la que el entrenador no contaba contigo, y que éste renueve otro año más; tener una oferta irrechazable y ver que las negociaciones entre tu club y el que quiere ficharte no terminan de llegar a un acuerdo (exponiéndote ante la afición y la prensa como desleal o pesetero); e incluso pueden apartarte, o bajarte al filial, y no dejarte entrenar con tus compañeros. No es fácil gestionar grupos aún sin definir y jugadores que no conocen cuál va a ser su futuro, lo que puede afectar a la cohesión del equipo, la generación de subgrupos o clanes, no tener definidos los roles cada jugador, tener la sensación de ser mercancía y de inseguridad laboral, no tener expectativas claras de cuánto somos de buenos y qué podemos hacer esta temporada, contagio de malestar, enfado o desánimo al resto del equipo, etc. Los jugadores (y los cuerpos técnicos) no dejan de ser personas, con sus circunstancias personales y familiares, que tienen que velar por sus condiciones de vida como cualquiera. Así, tienen que ver su futuro económico (la vida deportiva es corta), buscar dónde vivir (y compañeros de piso en el caso de los más jóvenes en equipos más modestos), colegio para los que tienen hijos, trabajo para sus parejas y, en algunos casos, son estos factores los que pueden hacer que un jugador no triunfe en un equipo. Es especialmente relevante controlar estos factores en los más jóvenes, que se ven a edades muy tempranas fuera de casa de sus padres (incluso en un país extranjero sin saber el idioma), teniendo que gestionar cosas que nunca habían tenido en cuenta (alimentación, estructurarse horarios de actividad y descanso, tiempo libre, formarse, relaciones afectivas, gestión económica, publicidad, prensa, redes sociales, sobreentrenamiento fuera del club, tareas del hogar,...), y pudiendo estar influidos por personas inadecuadas. De hecho, hay grandes clubes que tienen a una persona que se dedica en exclusiva a estas cuestiones para facilitarles la vida a los jugadores, y que no tengan que gastar energías en ello o que las malas influencias lo echen a perder. En definitiva, otros posibles factores de estrés o de desestabilización.


La relación con el entrenador, o el estilo directivo de este, pueden ser motivo de generar estrés a los jugadores. La existencia de canales de comunicación fluidos en los que el jugador siente que tiene acceso y puede hablar con sinceridad con su entrenador y resto de cuerpo técnico, en el que pueda tener claro su rol dentro del grupo, en el que perciba que confían en él y lo respetan, así como que el propio jugador tenga claro su papel y ambición por conseguir sus objetivos personales y del equipo, suponen factores decisivos para generar tranquilidad y no supongan otra fuente generadora de estrés. Los cambios de entrenador, o la permanencia del mismo de la temporada anterior, conllevan que los jugadores luchen por conseguir un puesto en el equipo y se sientan importantes, o se frustren y teman que la situación no cambiará con respecto a la temporada anterior. Que el entrenador sea claro en sus posturas respecto a si cuenta o no con el jugador (dentro de lo que pueda, pues no controla el mercado), es fundamental para que éste tenga certidumbre y actúe en consecuencia.


Todos estos factores, que pueden suponer fuentes de estrés, pueden a su vez influir en una mayor predisposición a las lesiones, más allá de las que pueden provocar los esfuerzos físicos propios de la pretemporada. Unidos a esa carga física, factores como la mayor tensión a la que están expuestos, la motivación y competitividad por conseguir un puesto, el posible sobreentrenamiento o entrenamiento inadecuado fuera del club (por ejemplo, en vacaciones), ocultar molestias para no perder oportunidades, deshidratación,..., pueden dar como resultado lesiones musculares (sobrecargas, calambres, roturas fibrilares), así como realizar gestos técnicos de manera inadecuada, hacer entradas a destiempo o con fuerza desmedida, la falta de atención que pueda conllevar el cansancio, pueden ocasionar lesiones de mayor gravedad. Igualmente, pueden influir de forma importante en el rendimiento a nivel individual y colectivo.


Los cuerpos técnicos, en ocasiones, con el afán de crear cohesión de equipo y rebajar los niveles de tensión, tratan de introducir dinámicas, juegos, actividades que generen desconexión, risas, estados de ánimo positivos que compensen en parte las fuentes de estrés. No es raro ver equipos en la playa, haciendo juegos acuáticos, escapes rooms, etc. Hay que saber cuándo hacerlos y por qué, teniendo en cuenta factores físicos, psicológicos y grupales.


Como hemos visto, la pretemporada puede suponer uno de los momentos de mayores niveles de estrés de la temporada, tanto físico como psicológico y, si no se disponen de los recursos y actuaciones de prevención adecuados, nos pueden costar muy caros en el rendimiento y resultados de la temporada.

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