El sueño en los niños (II): aprender a dormir sólos

By Juan Carlos López - 0:24


La adquisición por parte de los niños de hábitos básicos de autonomía personal supone ir alcanzando de forma progresiva hitos evolutivos que se asocian a la independencia de éste respecto a los padres. Los hábitos son conductas cotidianas que se van realizando de forma automatizada, sin necesidad de control, presión o en respuesta a demandas del entorno, generando autonomía y responsabilidad sobre uno mismo. La autonomía se considera un factor de madurez personal que va permitiendo al niño ir tomando decisiones y resolviendo de forma activa las demandas y exigencias que se va encontrando en el contexto que le rodea, sin recurrir a los adultos. Para instaurar un hábito de forma correcta hay que poner en marcha mecanismos cognitivos, motrices, emocionales y relacionales desde edades muy tempranas. Entre los hábitos a alcanzar se encuentran los siguientes:

  • Alimentación: pasar de tragar alimentos líquidos a masticar alimentos sólidos, establecer horarios de comida, uso de cubiertos, comportamiento en la mesa, dieta,...
  • Vestido: quitarse y ponerse la ropa, calzarse, abotonarse, atarse los cordones de los zapatos, elección de la ropa,...
  • Sueño: establecimiento del ciclo sueño-vigilia, inicio y mantenimiento del sueño nocturno, dormir solo, retener esfínteres durante el sueño,...
  • Aseo e higiene: retirada del pañal, uso del baño, cepillarse los dientes, bañarse, peinarse,...
  • Orden: recoger y ordenar los juguetes, la habitación,...
  • Habilidades sociales relacionados con las salidas familiares, hacer la compra, hacer encargos,...
En el caso del sueño, la no adquisición de una hábitos adecuados puede contribuir a la aparición de despertares frecuentes por la noche (pueden llegar a ocurrir hasta entre 5 y 15 veces por noche), que los niños no sean capaces de volver a dormirse de forma espontánea y sin ayuda, y dar lugar al llamado insomnio por hábitos incorrectos. Este trastorno del sueño es el más habitual en los niños, pudiendo afectar al 30% de la población infantil. Las consecuencias a corto y medio plazo son la irritabilidad, la dependencia de los padres; y a largo plazo, trastornos en el desarrollo de la secreción de la hormona del crecimiento, o dar lugar a inseguridad, agresividad, e incluso, rechazo al niño.

Hay que tener en cuenta factores que influyen a la hora de adquirir hábitos de dormir como los ambientales (temperatura, luz, humedad, silencio, comodidad, decoración,...); físicos (sed, hambre, cansancio, respirar bien, dentición, otitis, bienestar general, nivel de activación,...); y emocionales (temperamento, estrés, relajación, sensación de seguridad,...).

MÉTODOS PARA DORMIR

A la hora de facilitar que se establezcan hábitos de autonomía de sueño en los niños existen dos visiones muy distantes entre sí: los métodos basados en dejar llorar al niño de forma progresiva (que se basan en técnicas psicológicas de modificación de conducta), y los basados en el apego y dar respuesta a todas las demandas del niño.

Técnicas conductistas: Dejar llorar

Dentro de estas, existen diferentes propuestas de métodos para ayudar al niño a iniciar el sueño que, en realidad, son diferentes variantes de la misma. El objetivo es que el niño aprenda por sí mismo a iniciar el sueño, sin necesidad de los brazos de los padres u otras ayudas externas de las que después tenga que depender para dormirse. Al niño, tras unas rutinas previas antes de meterlo en la cuna, se le deja sólo, lo que le llevará a comenzar a llorar. Hay que dejar llorar al niño por períodos de tiempo determinados, cada vez más largos, tras los cuales se entra en la habitación brevemente y, bajo ciertas condiciones preestablecidas, se realizan "comprobaciones mínimas" e interacciones breves, volviendo a salir de la habitación. Este procedimiento hay que hacerlo en un número de ensayos determinados (con tiempos establecidos), hasta que se duerme de agotamiento. Por un proceso llamado extinción, el niño aprenderá que llorar no sirve de nada, reduciéndose los llantos y las rabietas progresivamente, y cuando sus padres lo dejen en la cuna y apaguen la luz, se dormirá sólo. El hecho de que el niño pueda llorar de forma intensa y muy sentida hace que sea dificultoso para muchos padres, por mero instinto de protección. Si se lleva a cabo correctamente, efectivamente, el niño conseguirá dormirse sólo después de unos días. Si no se lleva a cabo correctamente, y no se consigue aguantar el tipo viendo a tu hijo llorar (el instinto de protección te puede vencer), puede llevar a que se refuercen las respuestas del llanto y las pataletas, consiguiendo el efecto contrario.

La versión más conocida a nivel mundial es el método Ferber, (lo sistematizó el pediatra estadounidense Richard Ferber en 1985, basándose en técnicas cognitivo-conductuales de la Psicología, aunque ya se usaba anteriormente lo de dejar llorar al niño. El método Ferber se popularizó y se crearon versiones del mismo como el Sleepeasy (que básicamente es lo mismo), y raro es el niño norteamericano que no es "entrenado" para dormir. En España, nos empeñamos en llamarlo método Estivill, cuando dicho pediatra escribió su libro once años después que Ferber, y el propio doctor afirma públicamente que no lo ha inventado él. Esto no quita que el Dr Estivill sea un gran especialista en el sueño.

Consta de dos componentes:

  1. Modificar la cognición de los padres (expectativas, interpretación y emociones).
  2. Modificación de la conducta de los padres y las respuestas hacia su hijo para modificar las respuestas aprendidas del niño.
Los detractores de "ferberizar" al niño argumentan las consecuencias negativas de aplicar la extinción frente al llanto del bebé y el uso indiscriminado sin atender a las características del niño. Por contra, los defensores argumentan que se trata de una extinción gradual, que se adapta a las características del niño y los padres, que se basa en técnicas psicológicas contrastadas científicamente, y que existen investigaciones que avalan su eficacia. De hecho, la Asociación Americana de Pediatría lo respalda abiertamente. También se argumenta que es un buen modo de dar pasos hacia una mayor autonomía personal del niño, lo que le da seguridad en sí mismo, no generándole dependencia y debilidad emocional en el futuro; pero, precisamente, los opositores argumentan lo mismo para no aplicar la "ferberización" de los niños, la seguridad que trasmite el sentirse protegido y atendido por los padres.

El apego ante todo

En el otro extremo de la cuestión, están los partidarios de anteponer la atención emocional del niño a cualquier otra cosa. Subrayan los posibles efectos negativos de dejar llorar y sufrir a los niños innecesariamente, no dejándose llevar por el instinto natural de atender y dar protección a un niño pequeño, lo cual es un hecho natural del ser humano desde que existimos, e incluso, se puede ver en cualquier especie animal. Algunos hacen referencia a la importancia del desarrollo de un apego seguro entre padres e hijo, que se puede ver alterado en el caso de los sistemas basados en dejar llorar. En España, se ha erigido como el máximo exponente otro pediatra, Carlos González, aunque tampoco es original en sus propuestas (y quién lo es, salvo los genios), y también destaca el psicólogo Álvaro Bilbao.

No hay un protocolo concreto a seguir, que se pueda medir y que, por tanto, se pueda avalar científicamente, estando en este aspecto en desventaja con los anteriores (en el sentido de poder argumentar mediante las investigaciones, no que sea menos útil). Sí que hay que aplicar unas rutinas previas antes de ir a la cuna (o la cama), que el niño irá asociando al dormir por otro proceso psicológico, el condicionamiento clásico. Estas rutinas pueden ser muy similares a las aplicadas en los métodos de dejar llorar, porque realmente no pertenecen a ningún método, ya que forman parte del sentido común (el baño, el cuento, la nana, el masaje, baja intensidad de luz,...).

Dentro de estas opciones nos podemos encontrar con que el niño duerma en la cuna en la misma habitación (co-sleeping), o en las misma cama (bedsharing o colecho), el cual debería evitarse como mínimo en los primeros seis meses por la fragilidad del bebé. Existe la opción de la cuna que se une a la cama eliminando una de las barandillas, facilitando las cosas (espacio para dormir, accesibilidad para atenderlo o darle el pecho, los padres descansan mejor). Más adelante, el colecho puede ser una opción válida, aunque reciba muchas críticas, más por mitos (como que se le acostumbra a estar siempre con la madre o el padre, o que no lo vas a poder sacar nunca), que por la evidencia científica que lo avala como positivo (que no quiere decir que sea mejor que el no colecho, de lo que no hay evidencia). Casi todos los niños colechan en mayor o menor medida (ej.: en la siesta, estando enfermos,...), y, los que siempre colechan son poco frecuentes. En los niños de padres divorciados es muy común el colecho, por la necesidad mutua de seguridad y unión emocional. El principal beneficio del colecho es poder satisfacer mejor las necesidades del niño. Pero cuidado, por hacer el colecho no eres mejor padre o madre que aquellos que no lo hacen. Es una opción válida que puedes elegir o no, según tus preferencias y circunstancias. Una cosa a tener en cuenta es que no es aconsejable hacer colecho si eres fumador o consumes alcohol de forma habitual, si consumes psicofármacos que producen somnolencia, si tienes obesidad mórbida o si se comparte la cama con otros hijos o con una mascota. También hay que evitar los colchones blandos para no quedar encima del niño sin quererlo, los peluches, cojines,..., y que las sábanas estén bien sujetas. La cama tiene que estar despejada.

Como hemos visto, existen dos opciones muy distintas para enseñar a dormir a los niños, que los padres podréis elegir según vuestras preferencias y posibilidades, sin sentiros culpables o con sensaciones de estar haciéndolo mal, especialmente cuando se es primerizo. El colecho es una práctica extendida en muchas culturas, y se está expandiendo su uso en los últimos años aún más. El método Ferber está más extendido en Norteamérica. También es muy habitual que los niños duerman en su habitación y lo alternen con noches de colecho. Los padres necesitan días que quieren descansar mejor, sin patadas, manotazos, que te claven el codo o la rodilla en la espalda, etc, especialmente si se mueven mucho. Otras veces, es precisamente el que duerma en su habitación sólo lo que no te deja dormir (que si dame agua, que si tengo miedo,...). Así que no es todo o nada, colecho puro o dormir en su habitación siempre (los habrá; pero son minoría). Sois libres de decidir qué preferís con vuestros hijos. La mayoría no hacen ni una cosa, ni la otra, sino una mezcla personal de ambas.

En una próxima entrada sobre el sueño y los niños trataremos sobre los principales trastorno del sueño.



Para saber más y mejor:

  • Antón, A. (2014) Tratamiento cognitivo-conductual en un niño con ansiedad a la hora de dormir. Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes, 1 (1), 37-43.
  • Bilbao, A. (2017). Todos a la cama. Cómo ayudar a tu bebé a dormir con amor y confianza. Barcelona: Plataforma Editorial.
  • Caballo, V.; Navarro, J. F.; Sierra, J. C. (2010). Características clínicas y tratamiento de los trastornos del sueño en la infancia. En V. E. Caballo; M. A. Simón (Coords.) Manual de psicología clínica infantil y del adolescente. Madrid: Pirámide.
  • Comeche, M. I.; Vallejo, M. A. (2005). Problemas y trastornos del sueño en la infancia. En M. I. Comeche; M. A. Vallejo. Manual de terapia de conducta en la infancia. Madrid: Dykinson.
  • Estivill, E. (1997). Insomnio infantil por hábitos incorrectos. Revista de Neurología, 25, 1429-1433.
  • Fernández-Mendoza, J.; Puhl, M.D. (2013). Sueño y arousal. En D. Redolar (Dir.) Neurociencia cognitiva. Madrid. Panamericana.
  • Maciá, D. (2016). Problemas cotidianos de conducta en la infancia. Intervención psicológica en el ámbito clínico y familiar. Madrid: Pirámide.
  • Márquez-Pérez, G. (2014). Reeducación de los hábitos de sueño de una niña mediante técnicas conductuales. Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes, 1 (2), 109-115.
  • Ortigosa, J. M.; Villalba, F.; Riquelme, A. (2012). Intervención en problemas de hábitos básicos de autonomía personal: sueño, alimentación y control de esfínteres. En L. M. Llavona; F. X. Méndez (Coords.) Manual del psicólogo de familia. Un nuevo perfil profesional. Madrid: Pirámide. 
  • Ramos-Paúl, R.; Torres, L. (2014). Niños: Instrucciones de uso. El manual definitivo. Barcelona: Aguilar.
  • Ramos-Paúl, R.; Torres, L. (2009). Aprendiendo a enseñar. Estrategias sencillas para educar. Madrid: Paraninfo.
  • Sánchez, A. I.; Martínez, M. P.; Miró, E. (2011). Tratamiento psicológico en un caso de pesadillas. En F. X. Méndez, J. P. Espada; M. Orgilés (Coords.) Terapia psicológica con niños y adolescentes. Madrid: Pirámide.
  • Sierra, J. C.; Sánchez, A. I.; Miró, E.; Buela-Casal, G. (2004). El niño con problemas de sueño. Madrid: Pirámide.

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