En los últimos años hemos experimentado una auténtica explosión por correr. Hemos ido pasando de “salir a correr” (jogging o footing) al running; de ponerte lo primero y más viejo que pillabas para salir a correr, a todo un mercado especializado de zapatillas y prendas de vestir; de contarnos mentalmente las pulsaciones poniéndonos dos dedos en la muñeca o el cuello, a llevar una minicomputadora en una pulsera o reloj que te da todo tipo de datos que puedes volcar y analizar en un ordenador; de beber en la primera fuente que veías en un parque, a todo una ciencia de la alimentación y la hidratación de gran sofisticación; de la única tienda deportiva especializada que existía en tu ciudad, o el rincón deportivo que había en los grandes almacenes (el que tenía, porque había muy pocas ciudades que lo tuvieran), a grandes superficies comerciales sobre deporte, o pequeñas tiendas de barrio que están especializadas en exclusiva en la ciencia del correr.
Hace poco más de veinticinco años
apenas podías inscribirte en la San Silvestre de tu municipio y, los más
atrevidos, en las pocas medias maratones que existían (maratones casi no había).
Ahora la oferta es inabarcable y cualquier persona de a pie puede proponerse
participar en una maratón, una ultramaratón, una ultratrail, hace turismo del
running a cualquier parte del mundo, o lo que se atreva a prepararse. Antes eran
muchos menos los que participaban en una San Silvestre, o los que salían a
correr con una cinta en el pelo (o más bien era como una muñequera para la
cabeza, como la que llevaba Kareem Abdul Jabbar), y ahora parece que te quedas fuera de la
vida social si no lo corres todo y no lo cuelgas en las redes sociales (ahora
el friki es el que no corre). Antes apenas podías ver mujeres que hicieran
deporte y ahora está normalizado, no pudiendo creerte que hubo un tiempo en el
que no podían y estaba mal visto si lo hacían. Si se dice que antes una ardilla
podía recorrer España de árbol en árbol sin pisar el suelo, ahora podrías recorrer
España encadenando una carrera con otra durante todo el año y te faltarían
días. Todo un fenómeno sociológico, sin duda. Si José María Cagigal levantara
la cabeza... (lo digo en positivo).
Paralelamente, hemos pasado de
ser una sociedad que vivía de espaldas a los aspectos psicológicos (eso era de
locos), a una psicología popular (que no psicología de verdad) en la que
también hay todo un mercado de positivismo empalagoso, autoayuda casposa, “inteligencia”
emocional, motivadores profesionales, frasecitas de redes sociales del tipo “tú
puedes con todo si te lo propones y sales de tu zona de confort”, y todo un
sinfín de cuestiones con escaso fundamento científico, o directamente ninguno
(eso no es psicología). Si José Luís Pinillos levantara la cabeza... (esta vez no lo digo en positivo). También éramos unos pocos los que nos dedicábamos a estudiar los aspectos psicológicos del deporte
y a trabajar con los escasos clubes y deportistas que conseguíamos convencer de
que era importante este aspecto para el rendimiento. Hoy escribe de psicología
todo el mundo, por lo que hay que saber elegir bien el que sabe del que no, y dentro de estos, los que conocen específicamente lo de la psicología de las carreras de fondo, que no es una cosa que haya surgido ahora, ni mucho menos. Hay
algunos especialistas que llevan estudiando el funcionamiento de la mente del
corredor de fondo hace muchas décadas (desde el bienestar psicológico,
motivación, rendimiento, sufrimiento competitivo, personalidad resistente, estrategias psicológicas
durante la carrera, hasta incluso, si existe la posibilidad de la adicción, idea esta que no comparto).
De forma muy resumida, superficial
y sencilla, hay que tener presentes algunas cuestiones fundamentales sobre los
aspectos psicológicos del correr.
Motivos para correr
Podría decirse que hay tantos
motivos como personas que corren. Incluso en una misma persona pueden ir
cambiando los motivos según sus circunstancias vitales (edad, madurez, estado
de salud, historia de lesiones, disponibilidad de tiempo,…). Hay
personas que jamás hicieron deporte durante su juventud y comienzan a correr
por diferentes motivos a mediana edad. Se han hecho, como no podía ser de otra
manera, muchos estudios al respecto desde hace ya muchos años. Entre los
motivos principales, que no van a sorprender a nadie, están los siguientes:
salud, imagen corporal, sentirse bien, perder peso, hacer amigos, tiempo para
estar sólo, divertirse, búsqueda de reconocimiento, desafío y mejora personal, batir
marcas personales, viajar, contacto con la naturaleza, disfrutar la ciudad de
otra forma, liberar tensiones, por obligaciones laborales (su trabajo exige
estar en buena forma), dejarse llevar por otros, canalizar problemas
personales,… Los motivos pueden ser infinitos.
Lo que si deberíamos tener claro
es no perder la perspectiva y saber por qué corremos, actuando en base a esas
motivaciones. Correr conlleva esfuerzo y tiempo, y debes saber por qué lo
empleas, porque en base a ello vas a actuar, pudiendo llegar en algunos casos a
condicionar tu vida cotidiana, tus relaciones sociales, e incluso tu salud ¿Hasta
dónde la relación costes-beneficios la ganan los beneficios? No pierdas el
norte. Equilibra hasta dónde apuestas, hasta dónde empleas tiempo, hasta dónde
dejas de hacer otras cosas, hasta dónde te exprimes físicamente. Cuándo y
durante cuánto tiempo pasas de disfrutar a sufrir de forma desagradable, de la
satisfacción a la presión y el agobio, de mejorarte a ti mismo a machacarte y
castigarte sin límites, de usarlo como una liberación a utilizarlo como un
escondite para no afrontar otras cosas, de conocerte a ti mismo a ocultarte de
ti. Estamos en una sociedad hipercompetitiva con los demás y con uno mismo, que
parece que tengamos que estar demostrando ante el mundo todo lo que somos capaces
de hacer, de todas nuestras hazañas, de exprimirnos de forma frenética hasta el
último aliento, de sacar nuestro Rafa Nadal interior, llevando el trabajo, la
casa, los hijos, siempre con una sonrisa de anuncio y guapísimos de la muerte.
Cuidado hasta dónde te exprimes por conseguir un “Me gusta”, un “Like”, o una
palmadita en el hombro, ya sea real o virtual en las redes, ya sea de los demás
o de ti mismo. En base a lo que apuestes serán tus expectativas, y en base al
listón que te pongas disfrutarás o te frustrarás, exprimiéndote más todavía. Se
nos puede olvidar el placer de correr sin más, sin metas que cruzar, sin
cronómetros, sin fechas, sin horarios, el placer de sentirte vivo, sano, ágil,
dándote el aire en la cara, sólo o en compañía. Nada más. Que no se te olvide
lo básico, lo sencillo, lo fundamental.
Cuando corres competiciones…
Si entre tus motivaciones está el
participar en carreras formales, ya sean carreras populares, semiprofesionales
o profesionales, ya sean carreras cortas y asequibles a cualquier persona que
pueda correr, o carreras más exigentes de largas distancias o de dificultad
física y técnica mayor, el factor psicológico va a ser un elemento fundamental.
Está demostrado que, igual que se produce una fatiga y desgaste físico, a
nivel psicológico se produce desgaste y agotamiento. Del mismo modo que
pretendes prepararte físicamente, alimentándote y entrenando adecuadamente, o
técnicamente (técnica de carrera, equipamiento), asesorándote por expertos de cada ámbito, debes, al menos, tener en cuenta
los aspectos psicológicos que influyen en el rendimiento y tu bienestar. Si
eres profesional, directamente puedes plantearte tener un entrenamiento
psicológico (con un psicólogo especializado claro).
Lo primero a tener en cuenta si
quieres competir son los factores psicológicos básicos y generales que influyen
en toda actividad deportiva: motivación, concentración, nivel de activación, autoconfianza
y la regulación de emociones, especialmente la ansiedad (puedes verlos en la
siguiente entrada [+]). Después, tienes que tener en cuenta el tipo de carrera,
ya que cada una tiene sus exigencias específicas. No es lo mismo correr 5.000
metros que una ultramaratón, como no es lo mismo correr en asfalto que en el
monte (por ejemplo, las demandas atencionales son distintas corriendo en
llano y asfalto, en un entorno más monótono y predecible, que corriendo en
montaña, donde tienes que atender a constantes cambios del terreno, lo que te exige estar atento más a dónde pisas que a tus autodiálogos internos). Las
demandas psicológicas de una prueba u otra son distintas, como las exigencias
psicológicas de una especialidad deportiva son distintas a las otras.
Igualmente, dependiendo de tus motivaciones, las exigencias psicológicas serán diferentes (por
ejemplo, si vas a competir por un resultado, tienes que estar pendiente del cronómetro,
estrategia de carrera, rivales, características del recorrido,...).
Los días antes de la carrera
Los días previos a una carrera
cada uno los vive de una forma distinta, según sus experiencias anteriores (o
inexperiencia por ser la primera carrera, el primer maratón,…). Los habrá que
tengan cierto grado de excitación por la ilusión de correr, los que estén con
un punto de nervios en el estómago, los que no duerman o no coman demasiado
bien, los que no aguanten el estar conteniéndose en los entrenamientos previos
por guardar fuerzas para la carrera, los que estén intentando superar molestias
de última hora que le generen dudas, los que tengan miedo a fallar,… Las
expectativas previas que tengamos sobre qué podemos esperar que pase, si
cumpliremos nuestros objetivos, o la incertidumbre ante una situación que no
conocemos del todo y nos genera sensación de falta de control, determinarán
nuestro estado psicológico. De forma general, sería aconsejable que los dos o
tres días previos y, especialmente, el día y la noche de antes, tratemos de
desconectar de la carrera y no estar dándole vueltas sin parar, con el fin de
llegar frescos mentalmente a la carrera y no saturados de tanto pensar en ella.
La preparación previa ya está hecha, y el material preparado. Trata de
desconectar.
Esperando el pistoletazo
Justo antes de empezar la carrera
trata de generarte una rutina que no sea demasiado compleja y que te permita
estar tranquilo pero activado, concentrado y confiado. No lo dejes todo para
última hora y a la improvisación. Trata de hacer un ritual, en el que hagas las
mismas cosas en el mismo orden (hora de levantarte, desayuno previo, vestirte y
coger el material, hora de llegada al lugar de salida, tener previsto dónde
dejar el material o la ropa que no vas a usar, hidratación, calentamiento, música
que te active o te relaje, según necesites, colocación en la salida,…).
Dependiendo de lo que te venga mejor, y según tus objetivos a la hora de participar,
unos preferirán mantenerse aislados (especialmente los que vayan a por
resultados), mientras otros tratarán de disfrutar de las relaciones sociales.
Es importante que en el calentamiento no te dejes llevar por la euforia previa
a la carrera, por el ambiente multitudinario y ruidoso, o por tus ganas de
correr (los días previos has bajado el ritmo de entrenamiento y te sientes
repleto de energía y con ganas de sacarla). Estos factores pueden hacer que te
actives en exceso, te excedas calentando, estés con demasiada confianza o te
desconcentres, pudiendo generarte las temidas malas sensaciones desde el inicio de la carrera. Si
aprovechas para disfrutar de las relaciones sociales, que estas no te
descentren de hacer un calentamiento adecuado o que se te pase hidratarte por
miedo a quedar mal con los demás. Ten confianza en tu preparación, en los días
de entrenamiento que has dedicado y no te hagas expectativas demasiado altas o
bajas. No puedes adivinar el futuro, ni puedes controlarlo todo. No pienses por
anticipado. Ya irás viendo y afrontando durante la carrera. Has hecho hasta donde
estaba en tus manos. Eso sí, si surgen problemas tendrás que haberte preparado
durante tus entrenamientos cómo afrontarlos, al menos, a las dificultades más
probables. Pero repito, no puedes controlarlo ni preverlo todo. Por otra parte,
si los nervios hacen que tengas que orinar previamente, tienes que hidratarte
para reponer líquidos, aunque no tengas sed; pero sin llenarte.
En diferentes estudios, las
variables que más se han relacionado con el éxito o fracaso en las carreras de
fondo han sido: el nivel de activación, la confianza y la ansiedad, en todas
ellas, tanto por exceso como por defecto. Es bueno tener unos niveles moderados de activación, confianza y ansiedad; pero sin llegar a niveles excesivos que te desestabilicen y afecten negativamente a tu rendimiento.
La carrera
Lo primero a tener en
consideración es que, al igual que ocurre en el período previo a la carrera, no
te dejes llevar por la euforia inicial y el exceso de energías de que dispones
por haber aflojado la carga de los últimos entrenamientos. El exceso de
confianza te puede jugar una mala pasada.
En el inicio de la carrera puedes
emplear diferentes estrategias de afrontamiento que se han constatado en
diferentes estudios con corredores, y que se pueden agrupar en dos grandes
bloques:
- Algunos corredores llevan a cabo conductas dirigidas a conservar, controlar, ajustar o rebajar el esfuerzo realizado. Conductas como ajustarse de forma realista a las capacidades físicas, ser conservadores en el uso de energía, comprobar que el esfuerzo planificado se ajusta a los objetivos parciales, procurar ir cómodo y disfrutando de la carrera y mantenerse concentrado en los objetivos planificados, no saliéndose del guión preestablecido.
- Otros corredores llevan a cabo conductas dirigidas a aumentar el esfuerzo, teniendo presente el compromiso personal adquirido, exigirse el cumplimiento del plan previsto, auto-reforzarse la consecución de objetivos parciales, utilizar estímulos externos como refuerzo, o ajustarse a un grupo de corredores.
Como hemos dicho anteriormente,
hay muchos tipos de carreras y cada una necesita de estrategias diferentes. Las
carreras con recorridos largos (consideraremos largo dependiendo de la
capacidad física de cada uno) puedes afrontarlas dividiéndolas en varios
tramos, con objetivos parciales a cumplir. De cara a corredores no
profesionales, algunos de los mayores expertos en los factores psicológicos de las carreras de fondo aconsejan dedicar una primera
parte de la carrera a disfrutar sin excederse, pasar un segundo período en el
que puedes focalizarte en el entorno, el público,…, para pasar después a
conectar contigo mismo, con tus sensaciones, cogiendo el ritmo que sabes que
puedes llevar según has entrenado, con la zancada, con el ritmo del corazón,…
Posteriormente, cuando empiezas a sufrir, puedes centrarte en lo que te da
fuerza, pensar en los entrenamientos que has hecho, la gente que te apoya, los
sacrificios que has llevado durante la preparación, en definitiva, conectando
con la parte emocional que te da un plus, la que te lleva a querer terminar.
En el maratón, Vich (2002),
distingue seis etapas emocionales:
|
Correr es una actividad
automatizada que no requiere de un estado permanente de atención controlada y
dirigida, lo que ocasiona que estemos pensando de forma continua, dialogando
con nosotros mismos. Esto es especialmente evidente en las carreras de asfalto
en las que no tienes que estar pendiente de dónde pisas, y el entorno puede
resultar monótono y repetitivo (más todavía en un circuito al que hay que dar
varias vueltas). Por el contrario, en las carreras de montaña, como ya hemos dicho, debido a la
irregularidad del terreno y los imprevistos que podemos encontrarnos, un
despiste, fruto del cansancio, o de estar ensimismado en nuestros pensamientos, te puede llevar a una caída y
una posible lesión. Por este motivo, es importante saber en qué ocupamos esos
pensamientos, los autodiálogos que mantenemos con nosotros mismos, cuando
usarlos como aliados, o cuando frenarlos y centrarnos en dónde pisamos, qué
estrategia seguir con nuestros adversarios o en analizar cuál es nuestro estado
físico. Las estrategias cognitivas empleadas por los corredores, pueden influir
en los resultados de la competición, ayudarles a manejar el malestar e incluso
el dolor. Por tanto, este aspecto requiere un entrenamiento psicológico previo,
si no queremos que nos perjudique en nuestro rendimiento, o incluso nos lleve a
abandonar la carrera.
Desde finales de los años 70
hasta hoy, se vienen analizando diferentes estrategias cognitivas con las que
afrontar los distintos momentos de la carrera. Morgan y Pollock (1977), los
pioneros, propusieron la siguiente clasificación:
- Estrategias de asociación, centrados en la actividad involucrada en la carrera, como focalizar la atención a aspectos corporales provenientes del esfuerzo realizado (respiración, frecuencias cardíaca, temperatura, pesadez de las piernas, dolor,…).
- Estrategias de disociación, consistente en distraer la atención hacia aspectos no relacionados con el esfuerzo realizado (estímulos del ambiente como el público o ruidos de la calle, hacer cálculos mentales, pensar en una canción, sumergirse en un estado de trance repitiéndose un mantra, pensar en momentos o situaciones de la vida que nada tienen que ver con la actividad de correr,…).
Partiendo de esta idea, desde su
aparición hasta hoy día se han realizado diferentes investigaciones acerca de
cuáles son las estrategias que utilizan los corredores de fondo y cómo influyen
en su rendimiento, haciéndolo en relación a otras teorías con sustento
científico que forman parte del compendio de conocimientos de la psicología del
deporte; pero que explicarlas haría interminable la presente entrada del blog.
De manera resumida, parece que los corredores de fondo de alto nivel utilizan
en mayor medida las estrategias asociativas para mejorar su rendimiento,
mientras que los atletas aficionados rinden mejor con estrategias disociativas.
Los atletas de niveles medios van alternando ambas estrategias. Algunos
autores, puntualizan que para esfuerzos o pruebas de intensidad moderada, es
preferible el uso de tareas disociativas; mientras que en esfuerzos de alta
intensidad las estrategias asociativas son la mejor opción. Aún así, los
resultados no son definitivos y es necesaria más investigación al respecto.
Otra cuestión de interés es
analizar el contenido de los autodiálogos internos, es decir, qué nos decimos,
en qué cosas pensamos, cómo nos motivamos, cómo luchamos contra las ideas de
abandono, cómo convivimos con el dolor,… Es decir, qué pensamientos son
positivos, racionales y adaptativos, y cuáles son los contrario a esto, así
cómo qué estrategias seguir para controlarlos.
Como se puede ver, la gestión de
los pensamientos, los autodiálogos internos y cómo dirigir la atención, pueden
suponer un factor decisivo en el rendimiento en carreras de fondo, y requiere
de un entrenamiento previo, no debiendo dejarlo a la improvisación, pensando
que es fácil de hacer de manera intuitiva y automática. Técnicas como la detención del pensamiento, la reestructuración de pensamientos, las autoinstrucciones, el uso de palabras clave o el reenfoque de la atención, pueden resultar de utilidad para superar los momentos críticos.
El abandono
La participación en carreras
atléticas de fondo conlleva que tarde o temprano te enfrentes a una lucha
interna por evitar o ceder ante los pensamientos de abandono. La fatiga, el
dolor, la agonía, no son fáciles de gestionar, son signos de alerta que nos
mandan el cuerpo y la mente y, en ocasiones, nos llevan al irremediable
abandono. Este puede suponer una gran decepción y vivirse como un fracaso, o bien
un aprendizaje que nos lleve a reestructurar nuestras expectativas, objetivos o
sistema de entrenamiento. Más allá de las características de personalidad, de
la capacidad de resistencia y de las experiencias personales de cada uno, algunos autores hablan de fases que pueden vivirse de forma secuencial o simultánea
y que, en algunos aspectos, tiene algunas similitudes con las supuestas fases del duelo (que no tienen base científica). No todos pasan por todas las fases ni en la misma secuencia, habiendo diferencias individuales.
- Fase de decepción: pueden haber sentimientos de negación (no tenía que haber abandonado), enfado (no lo he hecho bien), frustración y decepción (quizá no soy capaz y no soy tan bueno como creía). Hay que procurar no resistirse a estos sentimientos que entran dentro de lo normal, aceptándolos y viviéndolos como un proceso natural.
- Fase de negociación y cambio de actitud: tras un período en el que podemos sufrir sentimientos contradictorios, que van alternando entre los de la fase anterior y otros de reestructuración y replanteamiento, vamos pasando progresivamente a la aceptación del abandono, a vivirlo como un aprendizaje, como una cura de humildad y verle el lado positivo.
- Fase de recuperación: De forma más fría y reflexiva podemos analizar las causas del abandono, nos planteamos nuevos objetivos más modestos, o volver a intentar el mismo, haciendo un balance más realista de nuestras posibilidades, analizando y mejorando nuestro sistema de preparación y cambiando las estrategias de competición en las que hayamos podido fallar.
Pero más allá de todo lo dicho respecto al abandono, lo más importante es no perder el norte, como también hemos comentado anteriormente, y si el cuerpo te está pidiendo a gritos que pares ¡PARA! No pasa nada. No pierdas la perspectiva. Es sólo una carrera. No es una situación de supervivencia en la que no puedas permitirte parar porque puedas estar en riesgo. No sufras porque sí. No tienes que demostrar tu valía a nadie, ni a ti mismo, llevándote al sufrimiento extremo. Puedes tener un mal día, o no haberte preparado adecuadamente por las circunstancias que sean. No le debes explicaciones ni excusas a nadie. No has hecho nada malo si te rindes. No hagas caso a las dichosas frases de las redes sociales del límite te lo pones tú y puedes con todo lo que te propongas. No seas un dictador implacable contigo mismo. Hasta Rafa Nadal se ha retirado algunas veces o no ha participado en algunas competiciones por tener molestias físicas. No te juegues tu integridad física, una posible lesión, un síncope, o algo peor... Además, si vas a estar expuesto a estas situaciones de esfuerzo intenso, y no digamos un esfuerzo límite y agónico, deberías hacerte una revisión médica, una prueba de esfuerzo (con médico especializado), dejarte asesorar por un preparador físico (licenciado en CAFD o técnico deportivo de atletismo titulado), alimentarte adecuadamente (si buscas asesoramiento que sea de un médico especializado o nutricionista titulado), seguir las indicaciones de un fisioterapeuta o médico especializado si tienes alguna molestia o lesión, e incluso, hacerte una licencia federativa con seguro asociado. No te la juegues sin fuste.
Como hemos visto a los largo de
esta entrada, los factores psicológicos son fundamentales en una actividad que
se ha hecho de masas, en la que se pone mucho empeño, esfuerzo y tiempo en la
preparación física; pero se deja al azar la preparación psicológica o, reconociendo
su importancia, se recurre a métodos equivocados y facilones, por la influencia
cultural de una falsa psicología, llena de consejos motivacionales sin
fundamentación alguna, en lugar de dejarse orientar por profesionales
especializados en psicología deportiva (es decir, psicólogos del deporte). Es necesario
para ello que los profesionales hagamos una labor divulgativa a la población
general, para que no se dejen engañar por pseudoprofesionales que, con falsas
promesas, basadas en ideas equivocadas que resultan sugerentes, supongan un
perjuicio más que un beneficio para su bienestar general y el disfrute adecuado
de su actividad física favorita.
A continuación, les enumeramos unos cuantos artículos y libros, elaborados por algunos de los mejores expertos en la materia, por si quieren profundizar.
Bibliografía
recomendada:
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